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El procedimiento acordado entre todos es que produzcamos un pequen texto y una imagen; aunque sea texto, lo texto trae también sus imágenes, que serán las que pudieren se projectar en la retina de uno, que mirará al fondo (a estas paredes ainda desconocidas) en busca de las combinaciones posibles que solamente su propio léxico imagético podrá traer.

Acá ocurre algo.

Ayer, llegamos. Todos desconocidos entre si; y por más que algunos se conozcan, no podaríamos considerar a nosotros como las mismas personas de fuera de acá.

Cada uno, destituido de las conexiones habituales, de los objetos del cotidiano, de los espacios a que nos acostumbramos y de las personas que los habitan, quedase con la tarea de extraerse de si lo que más de si podrá ser.

Hay que establecer un nuevo papel a asumir en el conjunto, que no podrá ser una respuesta directa a lo que empleamos mostrar al otro. Al paso que nos mostramos, somos obligados a nos renombrar, a nos re-reconocernos, remplazarnos en nuestros propios límites, físicos, intelectuales, espaciales.

Para un primer día, lo establecimiento de pontes sutiles; hielos sueltos y invisibles, posados de leve sobre uno u otro, esperando por los lazos.

Que podemos esperar de doce días? Podrá hacerse una cuenta, un cálculo matemático que prevea, en progresión geométrica -quizás pos-euclidiana- las posibilidades de enredamientos, enmarañados, distencionamientos, consolidaciones que van a ocurrir al paso de cada uno de estos días? Unos gráficos animados e dinámicos, que midan las aproximaciones, aceleraciones, distanciamientos y coágulos, que darán las condiciones para que algo pase, de estas interacciones invisibles, a existir…

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