PEPPERMINT CANDY :: era tan real que parecí­a de plástico

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Un amigo durante las fiestas que haciamos se colocaba en la cabeza un jarrón tipo florero que había en casa de mis padres y con gesto oriental comenzaba a caminar a pasos cortos diciendo “amelicano estúpilo… saca tu polquería de Ford, yo me quedo con mi Hyundai”. De eso me acordé cuando salía el domingo pasado de la exposición Peppermint Candy en el Museo de Arte Contemporáneo (Chile) de Parque Forestal, mientras Vicente se colgaba de la puerta de vidrio generando terror a un guardia del museo y Amanda sobreactuaba telenovelescamente su miedo a la obra de Osang Gwon.

Intentaba entender cómo el arte contemporáneo coreano había llegado a esto, cómo por primera vez en un buen tiempo una exposición no tenia una sola obra mala (todas iban de mediano a bueno). El asunto es bastante simple: el procedimiento que permite construir estos objetos es un análisis y acotación (inteligente) del contexto cultural que es capaz de ser, simultáneamente, una construcción cultural de largo plazo. Sólo eso. Más fácil decirlo que hacerlo.

Esta selección de obras lo que hace es colocar frente a nosotros esa constatación: el arte político es posible. Es más, el arte político es posible sin recurrir a melodramas heroicos, o sea, es posible un arte político de ciudadanos políticos. La noción del artista como trabajador de la cultura está acá instaurada y por sus frutos los conoceréis: si tomas un hecho cualquiera de tu historia reciente, lo colocas en perspectiva, le das una vuelta comprensiva y construyes una obra sintética de suficiente densidad discursiva tienes el máximo rendimiento del arte político, entendido en tanto procedimiento de experiencia y experimentación de la aprehensibilidad de la contingencia.

He comentado que defino el arte contemporáneo en directa relación con los procesos cognitivos que ocasiona, en algunas conversaciones he comentado cómo actúa como señalamiento de los sesgos cognitivos [el saber que se opone a la construcción de otros saberes] y he relacionado el imaginario artístico con la construcción del imaginario social. Pero ¿para que sirve saber? Saber sirve para decidir.

Como leí alguna vez en algún aforismo de Nietzsche: todo el discurso moral se pone a prueba en el acto moral. Extrapolando podríamos decir que, debido a que todo acto humano es a la vez ético, estético y político, entonces todos los discursos están puestos a prueba con cada decisión que culmina en la realización de un acto.

Entonces todo es un asunto de procedimiento: los hechos, los juicios y los objetos pueden ser convertidos en otros cuando se los procesa artísticamente, adquiriendo la capacidad de re-editar el acto del que son excedente para desenmascarar la distancia entre el discurso ideológico y el discurso pragmatizado (el relato que nos justifica día a día) y, en caso de ser posible, ajustar vinculándolos.

Los coreanos saben de esto, su historia reciente es una molestia que no deja de sangrar: hay una desactualización del ordenamiento ideológico que los hizo posible como país que son ahora a costa de haber perdido el país que fueron. Hay un allanamiento de posibilidades económicas que produce instituciones y costumbres que los convierte en potencia global de producción. Hay un Acuerdo de Status de las Fuerzas (SOFA) que los empata en un gran ajedrez mundial, donde fueron hegemonizados por USA.

Temas como estos dan cuenta, en condiciones muy específicas, de problemas globales, como la irracionalización social, la invasión publicitaria de las urbes y de casi todos los objetos, la deslimitación de las fuerzas públicas acorralando la privacidad conculcando derechos que, hasta hace un tiempo, entendíamos como constitutivos del sujeto.

No me cabe la menor duda que Ulises (el mismo de la Odisea) era un marino mediocre, si no explíquenme como se perdió durante tantos años en unas pocas millas náuticas. El asunto es que un hecho común y corriente de un ciudadano promedio puede, con suficiente oficio, servir para organizar estructuras de pensamiento, emocionales y etcétera de manera de constituirse en un tipo, estereotipo y arquetipo. Eso es lo que hacen los artistas coreanos.

Vicente me dice, mientras recorremos una feria de las pulgas ese mismo día y él ejerce su oficio autoimpuesto de curador de juguetes plásticos: un crítico debe ser duro, si no se llamaría “un amable”. Hoy está difícil ser crítico, una buena exposición que da cuenta de un buen procedimiento de producción de obras merece ser sindicada como ejemplo de discursividad analítica puesta en práctica: el asunto no es lo que puedes decir de lo que sabes, si no cómo puedes ejercer lo que sabes.

Esto era lo que no veíamos detrás de la performance del Amelicano Estúpilo.

Jorge Sepúlveda T.
Curador Independiente
Octubre 2007.

One response

  1. Para hablar de arte político vean:
    Raymond Pettibon, en David Zwirner Gallery, la expo se llama: The Big Picture, http://www.davidzwirner.com/exhibitions/138/index.htm

    Candy estaba buena, pero despues de la expo de los fotografos alemanes en Mavi me da la sensación que la factura de la obra se ha reimpuesto, pero continúa hablando de lo mismo: esto es, fotos occidentales pero con coreanos… si neocolonialismo, globalizacion, transversalización y standarización emocional, neoturismo crítico, etc. Lo más crítico, el buda con máscara… lo mejor de Candy es saber que para enviar arte a recorrer el mundo debe pasar por el sesgo de un sesma artístico… podríamos hablar de las obras??? me quedo también con Arguedas el pintor costarricense…
    saludos
    PD: aún la feria de jugeuets no puede ingresar al MAC, porque carece de curatoría visual, edición, nada más…

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