Centro Cultural Islas Galápagos :: evolution has mysterious ways

Hace 3 años atrás con Alejandra Mohor organizamos y producimos en los patios del Edificio Diego Portales la primera (y única) Feria de las Artes de Santiago. Vivíamos y trabajábamos en el barrio Lastarria y vimos como habían sido abiertas las rejas del otrora Bunker y Sede de Gobierno (y mucho antes el Centro Cultural Gabriela Mistral).

Pensamos que era posible realizar una serie de actividades que reintegraran el edificio a su entorno, es decir realizar la operación inversa realizada por los Milicos y eternizada por 14 años de Concertación. Estas actividades incluyeron durante 4 días venta de obras de arte y libros de editoriales independientes, danza, teatro, intervenciones, música clásica, rock, café, muestra de video-arte y poesía [ver actividades].

Presupuesto total estimado del evento: US$750 (valor actual), que fueron aportados por Sepiensa y por los expositores. Algo así como «el sueño mastercard» ver las puertas del Diego Portales Abiertas y el debate sobre cultura y política en el centro mismo de la discordia eso, eso no tiene precio.

Las negociaciones también tuvieron un carácter simbólico: por un lado negociamos con Michelle Bachelet, en ese entonces Ministra de Defensa (que a mitad de camino se fue a la carrera presidencial y dejo en el cargo a Jaime Ravinet) y, por el otro lado, con Tomás Moulian, Rector de la Universidad ARCIS. Izquierda y Derecha unidas jamás serán vencidas!, gritábamos parreanamente mientras nos abrazábamos con los amigos[1] que ponían el hombro como lo hicieron los obreros de la UNCTAD.

De eso me acordé cuando vi en el cuerpo Artes y Letras de El Mercurio este domingo 23 de diciembre la imagen promocional de la remodelación del edificio. Y la frase de Francisco Brugnoli haciendo el papel de un sensato aguafiestas Indudablemente el aumento de espacios para el arte y la cultura es una cosa importante. Sin embargo, hay que ver que el estado actual de los espacios existentes es crítico en muchos casos. Me preocupa de qué manera se está potenciando lo ya existente, sobre todo cuando hay estados de carencia notables que ya han sido mostradas por la prensa. Yo creo que habría que desarrollar lo que ya está en funciones en primer lugar y después de eso ponerse a pensar en crear otros espacios», (Mellado diría mercurialidad mediante). Esta iniciativa es un regalo de navidad envenenado.

Párrafo seguido viene este dardo «No se quiere repetir la experiencia del Centro Cultural Palacio La Moneda, de privilegiar el diseño arquitectónico antes de realizar un estudio de gestión para darle un destino definido al edificio. Son conocidos los problemas ha tenido el Consejo de la Cultura en el perfilamiento de ese espacio, a medio camino entre centro ceremonial, museo, archivo de la memoria, etcétera». ¿Y hasta ahora me lo dicen?, fíjate que no me había dado cuenta!

Mi tesis es que ocurrirá un nuevo inicio de un ciclo: El centro de atención sobre políticas culturales se trasladará a las nuevas instalaciones, como antes lo hizo a Matucana 100 y luego al Centro Cultural Palacio La Moneda, cargando todo su presupuesto, toda la corte y toda su carga simbólica. Y luego se trasladará nuevamente dejando su estela de edificios sin mantenimiento ni presupuesto para actividades, sueldos de artistas y esas nimiedades. Para que un incendio incentive un cambio de giro (como lo hizo con este edificio).

Si algo funciona es por que sirve. En Chile lo que es rentable en cultura es tener una política de inauguraciones grandilocuentes que hagan visible los efectos del discurso: es decir, somos una cultura del sobresalto, la indistinción y el abandono. ¡Puta que somos huachos, Riquelme! Si hasta nuestra representación de la institucionalidad actúa del modo que nos imaginamos nosotros mismos. ¡Que no se note pobreza! (no importa que exista, lo que importa es que no se note).

Y así, una tras otra intervención cultural del Estado, en su figura de fundación mixta con ex primera dama a bordo, la producción cultural va siendo carcomida por estos estímulos epilépticos que reditúan de los riesgos individuales (como lo hicieron con Andrés Pérez si mal no recuerdo) y lo convierte en material de Portada. Cuando hay tres choques seguidos en una esquina eso ya no es un accidente, es un evento predecible.

Armando Uribe explica muy bien qué fue lo que hizo posible a Pinochet: el fue la representación del Huaso Ladino. Como a tantos otros, como a Hitler, la figura que hay que buscar no es al monigote al que tirarle las piedras, eso es un acto facilista y que hace de todo menos comprender el problema. Lo que debemos buscar es cuál es el criterio decisional inserto en las costumbres de una sociedad que hacen que esto sea posible y recurrente.

Mi propuesta es que una institucionalidad fuerte no requiere de enemigos en los que representar las causas que generan descontento y, por ende, no requiere héroes que los enfrenten o exorcicen. Una institucionalidad cultural, una industria cultural si ustedes quieren llamarla así, es un sistema complejo donde todas las partes se complementan, perfeccionan y ajustan.

Así funciona la institucionalidad chilena: es una institucionalidad del evento y justo ahí es donde acaba el problema. ¡Felices aquellos que se dieron cuenta a tiempo! El resto son unos neurotizados por que la realidad sea del modo que nadie más quiere que sea. Mesiánicos aquellos que pensaron que la figura crea el fondo por que despertarán con la jaqueca de no obtener recursos por que ya tuvieron su parte en la repartija anterior.

Para terminar, en el ciclo de cine Una Larga y angosta historia de Cine, también una actividad Sepiensa, me vi obligado a decir que el Fondart era como la Onemi (Oficina Nacional de Emergencia), te saca luego de la tormenta, te seca y luego te deja donde mismo a la espera de la siguiente tormenta. Ahora se que eso no es una falla de la autoridad ni de la institución, es una falla simultánea de todo el país. No es una confabulación, es un acuerdo implícito. Si buscas la identidad cultural del chileno encuéntrela en la forma en que toma sus decisiones, en la forma en que elige lo que elige.

Somos un fenómeno extraño, una evolución imprevista fomentada por nuestro aislamiento geográfico. Regocijaos! Por esas cosas raras de la vida la tortuga sobrevivió 80 años a Charles Darwin.

Jorge Sepúlveda T.
Curador Independiente
Santiago de Chile, Diciembre de 2007

NOTA:

[1] estaban entre otros Chapatán, Manuel Terán, Sara Malinarich, Sergio León, Christian Matus.

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2 Responses

  1. «Si algo funciona es por que sirve. En Chile ( en cualquier país latinoamericano) lo que es rentable en cultura es tener una política de inauguraciones grandilocuentes que hagan visible los efectos del discurso: es decir, somos una cultura del sobresalto, la indistinción y el abandono. ¡Puta que somos huachos, Riquelme! Si hasta nuestra representación de la institucionalidad actúa del modo que nos imaginamos nosotros mismos. ¡Que no se note pobreza! (no importa que exista, lo que importa es que no se note).»

    ¡Excelente uso expresivo del lenguaje para manifestar una de las características propias de casi todos los países latinoamericanos y no sólo de Chile!
    Con afecto Martha Alicia

  2. Creo que has dado en el clavo. Si algo nos caracteriza como país es la cultura de la improvisación,de la falta de permanencia, de realizaciones que por su fragilidad y su sello de inacabado se desintegran en poco tiempo.
    Alguien dijo en una oportunidad que una de las formas de nuestra identidad latinoamericana y chilena era esa.
    Damos inicio con inauguraciones carnavalescas a un espacio para la cultura que posteriormente no se puede financiar o se invierten millones en eventos «faranduleros», que no dejan una huella, ni menos educan al público receptor.

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