Una feria de arte, ¿para qué? Un coleccionismo, ¿para qué?

Si este fuera un cuestionario de una consultora de marketing, las opciones múltiples podrían ser: 1) Comprar obras de arte. b) A ver, simplemente. c) A hacer lobby.

Estas tres opciones desagregan los públicos de una feria y las posibles relaciones sociales que allí se posibilitan, tipificando casos y rangos. El coleccionista y el comprador eventual; el público general sea o no visitante habitual de galerías- y los agentes del sistema de arte contemporáneo que utilizan el evento para reforzar o generar vínculos que posibiliten nuevas alianzas estratégicas y convenios tácticos.

Es sabido que el coleccionista compra en las visitas cerradas y el comprador eventual va a hacer pública demostración de su poder financiero. Una distinción no menor: el coleccionista prefiere operar desde la invisibilidad; el halo de prestigio que es opaco para la mayoría. El otro, va a la feria como si fuera a un mall y persigue el show off.

La participación en el ritual de la feria es diferente, sus objetivos e intereses difieren pero el campo de juego es el mismo. Esa multiplicidad exige al galerista y al servicio asociado (asesor) diferentes competencias de acuerdo a sus roles y contrapartes.

De todo esto el modelo (el sistema de arte contemporáneo) aprende cada año, lo que complejiza las relaciones entre sus agentes, haciéndolo más interesante. De la misma manera que aprenden las obras, los entornos de producción y los circuitos de circulación.

De esta complejización ha surgido una nueva forma de coleccionar: los pools de compra, que -similar a los pool de siembra- asocia a coleccionistas e inversores para realizar complejas operaciones económicas. Operaciones de índole financiera que sustentan y hacen viable la estructura de la economía simbólica.

Ejercicios estos que van desde la especulación (levantar el valor financiero de la producción de uno o varios artistas) hasta la formación de colecciones privadas que se han liberado de la tiranía del gusto, reforzando la función crítica de la cultura que es propia de las obras de arte contemporáneo.

Estos pools de compra, en el sistema de arte contemporáneo, actúan con la asistencia de galeristas, curadores, críticos o investigadores que funcionan como asesores.

Por primera vez y para esta 20va edición de arteBA, el equipo de trabajo de Curatoría Forense ha sido contratado por un destacado grupo de coleccionistas argentinos con el objetivo de recomendarles obras de artistas jóvenes para incorporar a sus colecciones.

Este encargo es un reconocimiento, también, de las iniciativas desarrolladas fuera del sistema financiero del arte, de las innovaciones en torno al sistema pedagógico que fueron las clínicas y los seminarios como el Sparring Tour y el Procrastination Tour; el trabajo crítico de las residencias internacionales de arte contemporáneo (en sus 4 versiones ya realizadas) y las relaciones afectivas y efectivas generadas con gestores locales independientes que se potencia con la realización del Encuentro de Gestiones Autónomas de Artes Visuales Contemporáneas (Córdoba, Argentina. 30 de junio al 4 de julio 2011 ).

En definitiva, este trabajo posibilita contrastar qué es valioso en términos de innovación productiva y discursiva e ir más allá del precio de venta. El plan, entonces, fue una revisión exhaustiva de la oferta de bienes simbólicos (Bourdieu dixit) que terminó en Barrio Joven de ArteBA.

Centramos nuestra mirada en Rusia (gestión autónoma de Tucumán) y Gift Shop (alumnos de la Beca ECuNHI). Esta última iniciativa propone conceptualmente (y resuelve pragmáticamente) una subversión a la lógica financiera de la feria de galerías.

La simpleza de la idea no implica ausencia de profundidad teórica. Una tienda de recuerdos -accesibles para la billetera de la dama y el caballero- se ofertan en estos días como una intervención cultural del sistema (como antes las inserciones en circuitos ideológicos de Cildo Meireles, por dar un ejemplo).

Intervención que es una explicitación efectiva de la lógica de la compra por impulso (de las estanterías al costado de la caja de supermercado), del fetiche del objeto de arte y el síndrome, muchas veces mal resuelto, de la resignificación y el ready made.

Así, Buenisssimo -colectivo conformado por Valeria Caamaño, Agustín Genoud y Josefina Zuain- retitulan objetos cotidianos, prestigian por irradiación de un brand-making y habilitan una solución práctica y barata de la economía del deseo.

Esas son las obras que compramos, estas son las razones que esgrimimos, y este es el principio de una colección que entiende que el poder económico-financiero no sólo sirve para consolidar el status quo sino que puede aliarse extramuros para comprenderse a sí mismo.

Jorge Sepulveda T.
Curador Independiente

Ilze Petroni
Investigadora de Arte.

 

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