Patear el cachorro muerto

fragmento de una obra de Joaquín Torres García (1874-1949)

Estábamos revisando portafolios de artistas en Como Clube, durante el Sparring Tour  Sao Paulo en diciembre de 2011, cuando André Feliciano dijo «Acá en Brasil, a eso le llamamos patear el cachorro muerto» ¡Buenísimo!

La gran ventaja que tienen los dichos de sentido común (por sobre los intentos de definición académica, protoacadémica o mística) es que explicitan y enfatizan su marco ideológico a partir de su inclusión contextual; a la vez que constituyen un juicio certero que pone a prueba lo que sabemos sobre aquello de lo que estamos hablando.

Pero ¿de qué estábamos hablando? De la calidad y actualidad de las problemáticas del arte contemporáneo. Esto es: si el arte es una capacidad crítica: ¿qué es lo que estamos enfrentando?; ¿qué estamos tratando de entender? Y, por último, ¿cómo reacciona el problema a nuestra indagación?

Muchos de los problemas actuales son “parafraseando a Andreas Huyssen en Después de la Gran División– estertores de los problemas del arte moderno, de la disputa entre Alta Cultura y Cultura de Masas, etc.

Muchos de nuestros problemas los mantenemos vivos, en estado de agonía artificialmente sostenida, para provocar la unicidad del campo de trabajo; para ejecutar sus normas y afirmar el interés en su competencia. Creer en ello, eludiendo o forzando las evidencias, es útil porque nos mantiene ocupados.

Denunciamos, entonces, desde una moral cronológicamente anterior “y para sostener nuestro sistema de creencias– las mismas deficiencias que generamos. Porque hemos encontrado un estado de equilibrio eficiente que se reproduce a sí mismo; como también a las condiciones que lo favorecen.

Esto es una declaración ideológica. Es decir, simultáneamente económica, política, social: El arte (contemporáneo) que tenemos es el mejor posible para los problemas que podemos sostener irresolubles y vagamente inquietantes.

El arte contemporáneo es un espacio de trabajo donde el malestar y la queja (contra lo otro y contra sí mismo) es parte constituyente del sistema.

El sistema está organizado por su falla, señala Lacan a través de Slavoj Žižek. Estas reclamaciones no son su opuesto, son el modo del arte en sí mismo.

Parte de esto está producido por las exigencias excesivas a las que el arte contemporáneo está sometido: seguimos pensando en él como una instancia pedagógica de mejoramiento humano; como una herramienta político-publicitaria; como una herramienta de cohesión amiguista; como un mesianismo ilustracionista, embellecedor de almas y estancias.

Todas esas pretensiones son legítimas, por cierto. La pregunta es si necesitamos al arte contemporáneo para eso.

Entendemos que el nombre Arte -como los nombres museo o cultura- acarrea un prestigio. Hay algo en esa denominación «Arte» que ilumina los rostros y alienta las esperanzas. Hay algo en esto de llamarse Arte que hace parecer que estuviéramos hablando de algo importante, deseable; que hace innecesario saber cómo, por qué y para qué todo ese «Arte» hace, dice o potencia. Es un mantra que actúa como un conjuro.

Pero el funcionamiento de ese mantra -en tanto conjuro- implica la construcción de una confianza previa basada no en la corroboración de su capacidad; sino en un pacto de no interrogación; donde la ignorancia no es una falencia, sino una relación activa e impune.

Si alguna vez se rompe esa confianza, sólo podemos hacer un par de cosas: forzarnos a creer (creer o reventar) o volver a construir una confianza; esta vez una confianza metodológicamente basada en un sistema de toma de decisiones.

Si elegimos esta segunda opción necesitamos definir usos posibles o buscar otro nombre.

Podemos descartar aquellos problemas obsoletos, aunque retornen permanentemente. Podemos descartar soluciones en la producción (de obra o discursiva) que se reiteran, afirmándose permanentemente nuevas e insospechadas, mediante la negación de sus antecedentes, de la capacidad argumentativa que (alguna vez) generaron.

¿Y para qué haríamos todo esto? Para salir de una adolescencia auto-inducida.

Para dejar de preguntarnos por la relación arte-vida (aprender de Beuys sus éxitos y fracasos y poder delimitar dónde uno afecta al otro y dónde podemos liberarnos de su exigencia) para asumir la condición de sistema de arte contemporáneo (entender que Warhol resolvió este problema con obras); para evitar conceptos vacíos -panfletarios- que movilizan grupos residuales de la auto-ayuda, el misticismo reblandecido y la politización resilente-nostálgica de las izquierdas y derechas (conceptos tales como deseo, capricho, revolución, etc.).

Podemos, si queremos, dejar de patear el cachorro muerto.

Jorge Sepúlveda T.
Curador Independiente

Ilze Petroni
Investigadora de Arte

One response

  1. Estimados Jorge, Ilse, Paula y Rodrigo:
    muy bueno su artículo, excelente la síntesis del equipo… felicitaciones!
    Desde mis humildes conocimientos en materia artística-cultural me animo a hacerle algunos comentarios:

    # Sin lugar a dudas el sentido común es de donde parte cualquier filosofía y el imaginario popular con su sabiduría plasma de manera categórica lo que los pensadores dibujan con artificios y palabras rebuscadas.

    # Definitivamente coincido en que sostener la problemática en el tiempo es una manera de detenerse y conservar desde un lugar seguro aquello que nos es imprescindible para vivir… Interesante sería animarse a plantear la solución al estado de coma «inducido» lo que implica enfrentarse de una vez por todas a la realidad, asumirla como es, y a partir de allí construir un nuevo paradigma en donde el arte es sin lugar a dudas «una manera de expresarse».

    # Surge así la definición de Arte como : «forma de comunicación». Eso es el Arte para mi. El arte comunica, expresa, manifiesta…. El Arte es la bella materialización del alma humana y por supuesto de toda su problemática, no siempre bella.

    #Que la palabra Arte implica cierto «status culturoso»… depende …. depende de quien la pronuncie… Muchas veces es un cliché, muchas otras un sentimiento…

    # No entendí el presupuesto de la confianza para el funcionamiento de la palabra arte como mantra… la confianza en quien? en el artista, en el público que lo interpreta, en el curador que consigue el dinero para llevarlo a cabo …

    # Finalmente: podemos! Podemos dejar de dar vueltas sobre los mismos problemas obsoletos, podemos auto-delimitarnos y delimitarnos socialmente, salir del panfletismo y de los misticismos que no nos conducen a ninguna parte, terminar con la dicotomia anacrónica «derecha – izquierda»… Salgamos de la adolescencia auto-inducida!!

    # Aplaudo el espíritu del artículo y me uno a ustedes en decir con total convicción: ¡Podemos patear el cachorro muerto!!

    Felicitaciones!

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