Institucionalidad Cultural. Del amor al odio, un solo paso.

texto de referencia para la charla sobre Institucionalidad cultural en Arteba 2008

El Banquete, también conocido como Simposio, es el libro que dedicó Platón a reseñar las mitologías y teorías existentes en su tiempo sobre el amor, para ser estricto es un discurso de exaltación del Eros. En un episodio singular de este libro Alcibíades intenta seducir con una mezcla de belleza, elogios y capacidad discursiva a un inconmovible Sócrates.

El filósofo sería poseedor de un objeto de deseo oculto en su interior, tal como las estatuas de Sileno contenían el Agalma. Alcibíades traza su discurso como una estrategia de acceso a ese objeto y su error estratégico es ir directamente por lo que elogia, demostrando así que nunca regateó en una feria de objetos usados.

El desprecio de Sócrates por los ofrecimientos de Alcibíades actúa de manera analítica, desactivándolo. Despechado, el amante frustrado no puede menos que atacar aquello que antes elogiaba: todo tenía valor mientras existía la esperanza de alcanzarlo, luego hay que menos-preciarlo para que la pérdida sea irrelevante.

A propósito de esto el bueno de Lacan extrema la diferencia entre amante (erastés) y amado (erómenos) diciendo que lo que caracteriza al amante es lo que le falta y que no sabe que le falta, en cambio el amado ignora lo que posee y en eso reside la atracción que ejerce sobre el amante. La formula de la dialéctica amorosa entonces es “amar es dar lo que no se tiene a quien no lo es”. Cualquier caso de conciencia en esta ecuación convierte la economía del deseo en economía transaccional.

Una última acotación antes de cerrar este preámbulo: el amor se dirige hacia la imagen que el amante se ha formado del amado, en cambio el odio está dirigido al amado, no a la imagen que le sirve de pantalla (y que posibilita el amor del amante).

Trasladado esto al ámbito de las institucionalidades podemos ver que campo simbólico de la contienda está constituido por las imágenes que una parte tiene de la otra, de su propio empecinamiento en aquello que pretende y de la respuesta que obtiene del objeto tras esa imagen.

Para ejemplificar, por un lado las instituciones aman la imagen que se hacen de los artistas emergentes, pero no pueden soportarlos cotidianamente en su ejercicio renovador crítico. A su vez los artistas que están en la puerta de la institucionalidad con su jugueteo seductor están solicitando los medios (financieros, inscriptivos, etc.) de las instituciones.

Es decir son amantes complementarios. Por lo mismo la historia de las instituciones culturales es una historia de amores inevitablemente despechados que terminan durmiendo bajo el mismo techo (pero en camas separadas).

Para mayor sorpresa todavía debemos decir que el triunfo de la independencia es constituir su institución, desarrollar su gramática, su política y sus procedimientos e integrar sus innovaciones formales al discurso predominante de la institucionalidad. Asegurando así la continuidad de si mismo como la del discurso al que, por oposición, constituyó.

Para definir el ciclo entonces diremos que “lo independiente” ama aquello que supone de la institución dedicándole su producción, al amarlo cotidianamente aprende los modos que están tras las imágenes, mimetizándose. La institución se alimenta pervirtiendo lo que integra, haciéndolo más institución.

El que va hacia adentro de la institución construye su agalma con la independencia que pierde al institucionalizarse. Por esa ficción vencida pero convertida en poder vendrán recursivamente los que ignoran este cautiverio feliz. El que va hacia fuera de la institución ha perdido la capacidad de integrar blandamente este acoso, su empecinamiento ético destruye la institución que sostenía o lo convierte en discurso solipcista de taller de ermitaño.

A menos claro que pensemos que nada de esto es institucional o independiente sino tan solo un despliegue de capacidad política del símbolo.

Jorge Sepúlveda T.
Curador Independiente
Buenos Aires, Mayo de 2008

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9 Responses

  1. «cuando se trata de comprender las revoluciones culturales o artísticas, hay que tener presente que la autonomía del campo de producción es una autonomía parcial que no excluye la dependencia; las revoluciones específicas que transforman las relaciones de fuerza dentro de un campo sólo son posibles en la medida en que los que importan nuevas disposiciones y quieren imponer posiciones encuentran, por ejemplo, un apoyo fuera del campo, en públicos nuevos cuyas demandas expresan y a la vez producen.» Y ésto mismo es dudoso o ambiguo.

  2. Del amor al odio, un solo paso. Es así. Si no nada te une, nada te interesa. Las instituciones contienen a quienes la sociedad eligió para representarse. Los museos y los premios son productos de señores que la sociedad eligió como mas competentes para referees,curadores, en fin , filtros del discurso dominante.Producir en soledad no comunica, insertarse en el sistema, ser mediático,institucionalizarse,comunica el discurso dominante.Qué elegir? Cuanta producción valiosa no se verá por no estar institucionalizada..Cuánto bodrio elegido por seudo especialistas que eligen a su prima que pinta.. y es amiga del senador tal.. y la premian con 3000$ por su último bodrio incomprensible,eh?

  3. tan solo un despliegue de capacidad politica del simbolo.
    con-fundiendo el amor con el deseo.

  4. este despliege es transversal y eterogeneo pero en apariencia por que los tentaculos de la institucion «tracienden» a la teoria y la especulacion por causa de su «naturaleza» reguladora para bien o para mal

  5. Y es bien sabido que hacer cosas en la institucionalidad artistica, por amor al arte, produce un profundo odio al arte y -confundiendo al árbol con el bosque- a los artistas, curadores, docentes y todos sus agentes.
    También tenemos el Síndorme de Estocolmo, otro síndrome con el que el surgir de las galerías y su seducción institucional hacia los seductores artistas, juega constantemente. Enamorarse del secuestrador es un objetivo tácito del sistema feria, no así del sistema bienal.

  6. El artista precede a la institución. Su trabajo, mostrado o nó, existe en un pequeño mundo o en uno grande, pero es real. La institución artística no puede vivir sin el artista. Me pregunto: ¿quién es Platón y quién Alcibíades?

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