POMBO Y SACCO

[foto y texto para la exposición Te saco el
Pombo y te pongo el Sacco
 curada por Roberto
Echen. 20 febrero al 29 marzo 2009]

Ya lancé piedras y escupitajos
al lugar donde ahora trabajo.
Ya me reí y me importó un bledo de cosas
y gente que ahora me dan miedo.
Ya no se qué hacer conmigo
El Cuarteto de Nos

En esos tiempos la moda dictaba la conciencia y la convicción. La lógica argumentativa era consecuencia necesaria (y una versión para las masas) de la estrategia de bloques de la segunda guerra mundial: la del enemigo interno. Señalar al otro y adjetivarlo nos construye un punto de enunciación. A partir de ahí a nuestro enemigo lo necesitamos tanto que si no lo hallamos lo construimos [1].

La principal razón para esto es que nuestro enemigo colabora en nuestra definición unificándonos, a la vez que nos permite construir criterios de corte para los juicios cotidianos. En unas cuantas décadas de marketing de refinamiento las duplas proletario / capitalista y revolucionario / contrarrevolucionario llegaron hasta el tema que nos tiene acá. La polémica Pombo-Sacco.

Vamos desactivando todo esto por partes. El arte consciente o arte político es un arte instrumentalizado [2], todo lo que dice de otro lo dice desde un prejuicio que desea pedagogizar, en un rango que va desde el señalamiento hasta el dictamen pontificio. Inducir es la consigna [3]. Hay algo que queremos que ocurra y lo haremos estrategizando la producción. De ahí en adelante todo será plan y programa, sumergiéndonos en una espiral de error y victoria.

El otro arte, es algo como una actitud gozadora [4] que no quiere que vengan a cortar la movida. ¿Para qué es la producción, el color, el diseño? Para promover la fiesta. ¿Para qué saber las cosas? Para ver que es lo que se me ocurre, para ver como ejercer y ejercitar. Esto, tantas veces acusado de frivolidad, es la capacidad de suspender la importancia de lo grave, tomar distancia con lo urgente, es un modo de hallar.

Sigamos. No es relevante si esta es una falsa oposición (aún con sus componentes impostados), esta es una cuestión de eficiencias, un por sus consecuencias las conoceréis. El primer excedente es la construcción identitaria, el segundo es la toma de posición, el tercero es la posibilidad de establecimiento de relaciones (mas o menos profundas, mas o menos densas narrativamente) entre los oponentes y entre estas imaginaciones y el imaginario social.

El asunto es cómo leer y cómo se es leído, el modo que seremos reconstruidos por los intereses de los demás, asunto sobre el que no tenemos control ninguno. O quizás sobre el que sólo podemos saber que existe y que es una incógnita. Quizás esta oposición pombo-sacco solo es una muestra de las alternativas, uno de los modos en que permitimos que esta incógnita organice nuestra producción y nuestra vida.

Hoy en día nuestras oposiciones son variaciones de un sistema de concepción del mundo (que actúa como heredero independizado) y, tal como era de esperarse, las diferencias son incrementadas por el impulso y esa hermosa capacidad de obviar las evidencias.

Ahora oscilamos entre freudomarxistas y lacanotroskistas, entre postfordistas y estilistas de mercado, entre fascinados y fascinantes, entre historizados e historizadores. Todo esto da para un catálogo de adjetivos superpuestos.

Yo evito (o intento evitar) que mi predilección metodológica me lleve a convertir diagnósticos en programas. Ahora solo pienso en cómo reactivar la gaya ciencia, la ciencia que baila. En el orden en que pondré la escuela, el bar y el baile. En la lucha de clases en barro.

Jorge Sepúlveda T.
Curador Independiente
Santiago de Chile, Enero de 2009.

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